Me levanto a las cinco y poco de la mañana, no puedo más. Llamo a mi padre muy preocupado. Casi no veo con el ojo y me duele un montón. Me tranquiliza un poco y hago lo que tenía que hacer, irme a la clínica a ver si alguien me puede hacer algo.
Hoy hay un curso de cirugía robótica. Había veinte plazas pero resulta que nada más que ha venido un tío de Japón que está haciendo un periplo de tres semanas por cuatro clínicas de EEUU. Una de ellas el Jonh Hopkins, donde me ofrecieron ir cuando no sabía ni qué era eso :S Me comenta Marta, después de gritar (literalmente) al verme los ojos, que es normal que no haya nadie porque esos cursos los hacen cada dos meses para gente que viene de muy lejos y son muy caros. A "la chinita" y a mí nos lo pagan por la cara. El curso está realmente bien. Nos llevan a una habitación desde dónde vemos la operación robótica del día después de unas lecciones de posicionamiento y material del quirófano. Como somos sólo tres son como unas clases particulares de algunos de los mejores cirujanos robóticos del mundo, ¡ahí es nada!
En una pausa, Lisa, la enfermera, consiguió que me dieran un antibiótico después de mover cielo y tierra. No sabéis la que tuvo que liar. En un momento dado Marta planteó la posibilidad de que la prescripción la hicieran a su nombre y ¡¡¡NOOOOOOOOOO!!! Parecía un libro de Harry Potter cuando no se podía nombrar a Voldemort. "INSENSATA! ¿CÓMO VAMOS A HACER ESO?" Igualito que en España. Me dieron por equivocación un ungüento antibiótico, y como era oleoso deje de ver por completo. No sabía que era para por las noches nada más pero es que la tía que me lo dio pensó que me había dado unas gotas (Lo malo de no entender bien, enésimo capítulo)
Volví y como ya había usado el ungüento me dijo que me lo quedara, porque me lo quería quitar la tía. Además me dio unas gotas. ¡Misión superada!
Bendita seguridad social.
Se reanuda el curso.
La segunda del parte "se cae" (no se opera) y nos ponemos a charlar de las diferencias entre los diferentes hospitales de cada uno. Yo me suelto un poquito viendo que al japonés le cuesta el mismo trabajo que a mi hablar y explicarse. Es muy gracioso porque yo no le entiendo nada hasta que me doy cuenta de que no dice ni una "erre" y las sustituye por "eles". A partir de eso algo le pillé. Por supuesto el japonés era otro crack (mucho más que la chinita) que había estado con el supercrack mundial de la laparoscopia, un tío que hasta Magriñá decía que era único. No pillé el nombre pero era un japonés un poco colgado según entendí. Nos dieron de comer en la misma sala una ensalada exquisita con bacon, queso azul y pipas; pasta, a elegir entre rellena de champiñones o con tomate y queso, y un pastel de manzana muy rico. Repetí. Mientras comíamos llegaron todos los fellows. La comida fue muy amena. Estuvimos hablando de que si se tenían que legalizar las drogas en todo el mundo, según Magriñá para que el que ganara el dinero fuera el estado, y a mi se me ocurrió hablar del cloretilo. Yo soy así de espontáneo.
En un momento dado alguien advirtió que de todos los que estábamos sólo había dos estadounidenses, el resto estaba compuesto por un griego, una canadiense, una malaya, una filipina, un japonés y dos españoles. Y todos nos entendíamos (más o menos). Y a todos nos interesaban las mismas cosas. Y me encontraba realmente a gusto :D
Magriñá nos puso más videos y como el japonés estaba interesado en linfadenectomía extraperitoneal robótica (algo muy complicado) nos lo explicó todo muy claramente. Cuando acabó preguntó que si queríamos que pusiera algo en especial y a mi se me ocurrió pedir una miomectomía. El cómo me miró y cómo dijo "¿Una miomectomía?" me hizo darme cuenta de que la reunión estaba a un nivel que no era el mío :S
Después puso vídeos de "barbaridades" que no se deben hacer nunca. Esta parte sí me la dedicó :D
Al final del curso nos dejaron tontear con el robot un ratillo pero con los brazos que ya estaban usados, y la verdad es que era un poquillo difícil, pero el japonés no lo hizo mejor que yo ("la chinita" sí). Ya puedo poner en el currículum: "dos ratitos de robot".
La chinita me pidió que la llevara a casa y como el día anterior llegué muy cansado para ir a la gasolinera, tuvimos que parar a echar gasolina. Normalmente dejo las gafas de sol en el asiento del acompañante, porque siempre voy solo. Las dejé en el mío, pensando que debía recordarlo antes de sentarme encima de ellas. Lo fui repitiendo para mi mismo hasta que entré en el coche y, por supuesto, me senté encima de las gafas.
Me acordé de toda la familia de la chinita. Encima la dejo en su casa y no me dice cómo salir de una megaurbanización con mil (o más) casas iguales. Perdido, con el ojo izquierdo empeorando, el derecho inutilizado por completo (en serio que no veía nada), sin mis gafas nuevas y con el sol de frente. Esa no se vuelve a montar en mi coche.
Por lo menos al llegar a casa me encontré un correo de Magriñá diciéndome que al día siguiente tenía cita con el oftalmólogo.
Me puse a ver South Park comiéndome un helado de B&J de chocolate y brownie. ¡Aaaaahhh! (babita de Homer Simpson).
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