En el mostrador de información, llevado por voluntarios de la clínica (sí, sí, habéis leído bien, voluntarios) no tienen ni idea de quién es Sarah, mi contacto. Bien empezamos. Pero he aquí uno de los ejemplos de la eficacia americana: movieron cielo y tierra para encontrarla (después me di cuenta de que yo llevaba apuntado el número de la extensión a la que tenían que llamarla) y no escatimaron en esfuerzos para que me sintiera como en casa.
La Saritah me hizo esperarla 45 minutitos, que no hicieron sino ponerme más nervioso de lo que ya estaba, pero en su descargo diré que fue porque ella en realidad trabaja en la Clínica Mayo, que, me enteré al día siguiente porque no entendí ninguna de sus "apologies" ya que está "rotunda" y venía ahogándose, no es lo mismo que el Hospital de la Clínica Mayo, del cual dista unas 40 millas, o lo que es lo mismo, 65 kms.
Tras unas cuantas frases del tipo "lo siento por mi inglés macarrónico", "no te preocupes"(no es para vomitar, parecía pensar), me llevaron a organizar el papeleo. Primer problema: Michael me dijo que con la licencia de conducir, para ir por aquí me sobraba, por lo que era mejor dejar el pasaporte en casa, porque si lo perdía, podía tener problemas para salir del país. Bueno, el pasaporte lo podía dejar para el día siguiente.
Después me llevaron a hacerme la foto. Tengo que decir que la chica de las fotos era ESPECTACULAR, pero esa no es la razón por la que aquí la gente sale en las fotos con cara de gilipollas (con perdón). Así que me coge la rubia-guapa-1´80-ojos azules-chica (traducción mala del inglés) y me pone un cartelito para hacerme la identificación como si fuera un preso. Hasta ahí todo bien, pero es que la foto que sale en la tarjetita te la hace después y te tienes que poner de la manera siguiente: El cuerpo con los pies fijos (ya estaban fijos con las plantillas, ¡pues más!) en el suelo en un ángulo de 45 grados (¡exactos!) respecto a la chica, la cabeza al frente mirándola a ella con lo que las posibilidades de movimiento se reducen ostensiblemente(sin contar con el cuello de la camisa), el mentón ligeramente elevado y la cara un poquito rotada en plan Popeye. ¡¡¡Y ahora sonríe!!! Si unimos el contorsionismo necesario a que no sabía la palabra mentón (y sigo sin saberla), podréis deducir, obviando lo poco fotogénico que soy, el tiempo que estuve para la fotito...
Después me lleva a ver a Verna.
Para aquellos que no la conozcáis, supongo que todos los que me leéis (si hay alguno todavía), una manera agradable de describirla es diciendo que es una señora muy amable. Y es cierto. Pero todo el tiempo que estuve con ella pase un miedo atroz porque tuvo que acompañarme al área quirúrgica y yo pensaba que se infartaba a cada paso que daba. ¡Qué abundancia Dios mío! ¡Qué fuerza de intercostales para respirar! ¡Cada paso que daba, la moqueta semejaba el suelo tras pasar Othar! Que como dato curioso-cultural del blog, apuntamos que así se llamaba el caballo de Atila. Verna, no se infartó, pero nada se de ella desde entonces, y mira que al día siguiente la busqué. Todo lo que sé es que "no había ido a trabajar". Espero que esté bien. Y tomando medicación.
Tras recoger mi identificación, muy graciosa por cierto, se hizo cargo de mi Martha, que por lo que he averiguado después, es la jefa del quirófano 1, el que siempre es de ginecología, pues usan otros 2 (hay 16). Me abrió el vestuario masculino y me dio la ropa para ponerme.
Aquí tengo que hacer un apunte que me resulta graciosísimo y no sé por qué será. Aparte de que van con el pijama remetido y los pantalones subidos hasta casi los sobacos, que supongo que será para no ir soltando pelos, van todos con las etiquetas del pijama por fuera, tanto las de los pantalones como las de la camisa.
Bueno ahora viene la primera vez que me pierdo (la primera vez que me dejan sólo). Martha me dijo que me esperaba donde me había conocido, pero no tengo ni puñetera idea de dónde era eso. Se apiada de mi una chinita que voluntariosamente se ofrece a llevarme donde le diga, pero claro, no tengo ni idea. Al final una señora de color (negro) que parece sacada de "Cosas de casa-Family Matters" (se llamaba así la serie de Steve Urkel?) me chilla desde una especie de sala de estar enorme que si soy "Corlos". A lo que obviamente respondo que sí. Me da unas indicaciones que no suponen más de 20 metros (una vez que te las sabes), me despido de la chinita, a la cual no sé si he vuelto a ver porque esto esta lleno de chinos y los de aquí también son todos iguales, y me vuelvo a perder a los 10 metros. Me encuentra una quirofanista que se ríe (tengo que tener una carita...), se vuelve a apiadar de mi, y me METE en quirófano. Donde Martha también se disculpa ¿de mi estupidez supina? ¡Ah,no! Porque empezaba la operación y ella se encarga de leer la historia resumida al cirujano cuando entra. Bueno, pues ahí estoy en quirófano sin enterarme de nada, y sin mascarilla. Me echan del quirófano. Me pongo la mascarilla tras comprobar que las cosas no son como en España. A la anestesista por poco no le da un síncope cuando me vio sin ella. Vuelvo a entrar y me coloco donde creo que hago menos bulto. Creo mal. El cacharro enorme que tengo a la espalda es el Da Vinci, el famoso robot.
Llegados a este punto tengo que decir que he firmado quince mil cláusulas de confidencialidad así que detalles no podré dar o puedo pasar hasta 10 años muy fresquitos en Arizona (que es todo desierto).
Bueno, pues ahí estoy a lado del famoso Magriñá, el residentucho del Macarena que no sabe ni tratar una hemorragia disfuncional (yo, no él), ¡míralo tú!
Las virguerías que hizo el tío durante todo el día me dejaron sin baba para un mes pero no me voy a poner a decir lo bueno y bonito (nunca barato) que es todo aquí porque también vi cosas que no me gustaron, y que tendré que preguntar, con mucho tacto, cuando sepa más ingles, o reservármelas para preguntar por mail (creo que casi mejor la segunda opción). Una ginecóloga amiga de Tammy me presentó a D. Javier en una escalera de servicio, muy romántico, sí, cuando bajamos a comer. Me preguntó por mi inglés y por el jet lag (en inglés).
Para aquellos que no la conozcáis, supongo que todos los que me leéis (si hay alguno todavía), una manera agradable de describirla es diciendo que es una señora muy amable. Y es cierto. Pero todo el tiempo que estuve con ella pase un miedo atroz porque tuvo que acompañarme al área quirúrgica y yo pensaba que se infartaba a cada paso que daba. ¡Qué abundancia Dios mío! ¡Qué fuerza de intercostales para respirar! ¡Cada paso que daba, la moqueta semejaba el suelo tras pasar Othar! Que como dato curioso-cultural del blog, apuntamos que así se llamaba el caballo de Atila. Verna, no se infartó, pero nada se de ella desde entonces, y mira que al día siguiente la busqué. Todo lo que sé es que "no había ido a trabajar". Espero que esté bien. Y tomando medicación.
Tras recoger mi identificación, muy graciosa por cierto, se hizo cargo de mi Martha, que por lo que he averiguado después, es la jefa del quirófano 1, el que siempre es de ginecología, pues usan otros 2 (hay 16). Me abrió el vestuario masculino y me dio la ropa para ponerme.
Aquí tengo que hacer un apunte que me resulta graciosísimo y no sé por qué será. Aparte de que van con el pijama remetido y los pantalones subidos hasta casi los sobacos, que supongo que será para no ir soltando pelos, van todos con las etiquetas del pijama por fuera, tanto las de los pantalones como las de la camisa.
Bueno ahora viene la primera vez que me pierdo (la primera vez que me dejan sólo). Martha me dijo que me esperaba donde me había conocido, pero no tengo ni puñetera idea de dónde era eso. Se apiada de mi una chinita que voluntariosamente se ofrece a llevarme donde le diga, pero claro, no tengo ni idea. Al final una señora de color (negro) que parece sacada de "Cosas de casa-Family Matters" (se llamaba así la serie de Steve Urkel?) me chilla desde una especie de sala de estar enorme que si soy "Corlos". A lo que obviamente respondo que sí. Me da unas indicaciones que no suponen más de 20 metros (una vez que te las sabes), me despido de la chinita, a la cual no sé si he vuelto a ver porque esto esta lleno de chinos y los de aquí también son todos iguales, y me vuelvo a perder a los 10 metros. Me encuentra una quirofanista que se ríe (tengo que tener una carita...), se vuelve a apiadar de mi, y me METE en quirófano. Donde Martha también se disculpa ¿de mi estupidez supina? ¡Ah,no! Porque empezaba la operación y ella se encarga de leer la historia resumida al cirujano cuando entra. Bueno, pues ahí estoy en quirófano sin enterarme de nada, y sin mascarilla. Me echan del quirófano. Me pongo la mascarilla tras comprobar que las cosas no son como en España. A la anestesista por poco no le da un síncope cuando me vio sin ella. Vuelvo a entrar y me coloco donde creo que hago menos bulto. Creo mal. El cacharro enorme que tengo a la espalda es el Da Vinci, el famoso robot.
Llegados a este punto tengo que decir que he firmado quince mil cláusulas de confidencialidad así que detalles no podré dar o puedo pasar hasta 10 años muy fresquitos en Arizona (que es todo desierto).
Bueno, pues ahí estoy a lado del famoso Magriñá, el residentucho del Macarena que no sabe ni tratar una hemorragia disfuncional (yo, no él), ¡míralo tú!
Las virguerías que hizo el tío durante todo el día me dejaron sin baba para un mes pero no me voy a poner a decir lo bueno y bonito (nunca barato) que es todo aquí porque también vi cosas que no me gustaron, y que tendré que preguntar, con mucho tacto, cuando sepa más ingles, o reservármelas para preguntar por mail (creo que casi mejor la segunda opción). Una ginecóloga amiga de Tammy me presentó a D. Javier en una escalera de servicio, muy romántico, sí, cuando bajamos a comer. Me preguntó por mi inglés y por el jet lag (en inglés).
Le pregunté a la amiga de Tammy que quién tenia que tutorizarme y a quién podía decirle que es lo que debía aprender aquí. Me respondió un tajante: hoy no es el día. Esto me hizo ponerme más nervioso porque ¿y si no me dejan usar los pelvitrainers? Me he venido aquí para nada entonces. ¡AAAAAAAAAAAHHHH!
La comida, con semejante perspectiva, no me sentó muy bien. Me tomé unos espaguetis boloñesa con pan tostado y especiado, pechuga de pollo y macedonia de frutas. Todo por unos módicos 12 dólares.
La comida, con semejante perspectiva, no me sentó muy bien. Me tomé unos espaguetis boloñesa con pan tostado y especiado, pechuga de pollo y macedonia de frutas. Todo por unos módicos 12 dólares.
Como llevaba todo el día metido en el hospital y dejándome llevar por la novedad me fui a comer fuera.
Me quemé la cara.
No lo vuelvo a hacer, pero no iba a moverme con todos los cirujanos comiendo en la mesa de al lado (a la sombra). Incluso me quedé un rato después de comer para que me vieran la cara, ya sabéis. Y dar un poco de pena, de paso.
Volví a quirófano donde me hice amigo de un turco, jefe de uno de los hospitales más grandes de Estambul, que ha venido esta semana para ver cirugía robótica de cáncer de ovario (y a este paso se vuelve sin verla, porque no ha habido), y de una residente malaya que es completamente bilingüe y se extraña de que me hayan dejado venir sin hablar bien inglés (yo también, por eso y por necesitar un intérprete, me hice amiga de ésta segunda, por que el turco entiende y es simpático, pero habla fatal y se va el viernes).
La malaya estará aquí por seis meses, pero sólo para ver operaciones, si pueden ser robóticas mejor, pero nada sabía de lo de los pelvitrainers, lo que me puso más nervioso aún.
Me quemé la cara.
No lo vuelvo a hacer, pero no iba a moverme con todos los cirujanos comiendo en la mesa de al lado (a la sombra). Incluso me quedé un rato después de comer para que me vieran la cara, ya sabéis. Y dar un poco de pena, de paso.
Volví a quirófano donde me hice amigo de un turco, jefe de uno de los hospitales más grandes de Estambul, que ha venido esta semana para ver cirugía robótica de cáncer de ovario (y a este paso se vuelve sin verla, porque no ha habido), y de una residente malaya que es completamente bilingüe y se extraña de que me hayan dejado venir sin hablar bien inglés (yo también, por eso y por necesitar un intérprete, me hice amiga de ésta segunda, por que el turco entiende y es simpático, pero habla fatal y se va el viernes).
La malaya estará aquí por seis meses, pero sólo para ver operaciones, si pueden ser robóticas mejor, pero nada sabía de lo de los pelvitrainers, lo que me puso más nervioso aún.
La tía va de enteradilla, y se pone a mirar las historia de los pacientes siendo de la misma categoría que yo, rayita amarilla en la ID, lo cual quiere decir que no puede tocar ¡NADA! pero a mi me viene bien, así que yo no voy a ser el que le diga nada (como tampoco seré el que vaya a conocer la cárcel de Arizona).
El día de quirófano acabó a las ocho de la tarde; llevaba allí desde las siete y media de la mañana, con unos zapatos que me quedaban chicos, pensando que no iba a poder trabajar con los pelvitrainers, y sin entender un pijo de nada. No pude resistirlo y me dirigí personalmente a D. Javier, que se estaba yendo. Comencé en inglés y me dijo que a él solo le hablara en español. Ya me puse lo más nervioso que puede estarse y tampoco me expresé bien en español. ¡Puff! Esto va a ser complicado. Pero como me dicen (hoy me lo ha dicho Isabel, gracias por tu comentario) cualquiera se cambiaba por mi, aunque llevara todo el día de pie en quirófano con unos zapatos que me quedaran muy chicos (lo repito tanto porque lo pasé muy mal)
El sufrido Michael, que se acuesta sobre las siete de la tarde porque entra a trabajar a las 5 de la mañana me esperaba para llevarme a casa en la cafetería. Por ser mi primer día pensó que era mejor así, y a partir del segundo ya iría yo sólo. Me lo encontré en la cafetería charlando con Tammy (¿dije que era enfermera de la CM?) Qué relación más rarita...
De camino a casa me enseñó a echar gasolina en las macrogasolineras de aquí (20 surtidores) y me dio el itinerario hecho a máquina del camino de ida y el de vuelta, por separado, para ir de casa a la CM, y viceversa. Es un encanto.
Llegué a casa, me tomé un sandwich y me quede frito intentando estudiarme la colposacropexia (que aunque suene rollo está entretenido).
El día de quirófano acabó a las ocho de la tarde; llevaba allí desde las siete y media de la mañana, con unos zapatos que me quedaban chicos, pensando que no iba a poder trabajar con los pelvitrainers, y sin entender un pijo de nada. No pude resistirlo y me dirigí personalmente a D. Javier, que se estaba yendo. Comencé en inglés y me dijo que a él solo le hablara en español. Ya me puse lo más nervioso que puede estarse y tampoco me expresé bien en español. ¡Puff! Esto va a ser complicado. Pero como me dicen (hoy me lo ha dicho Isabel, gracias por tu comentario) cualquiera se cambiaba por mi, aunque llevara todo el día de pie en quirófano con unos zapatos que me quedaran muy chicos (lo repito tanto porque lo pasé muy mal)
El sufrido Michael, que se acuesta sobre las siete de la tarde porque entra a trabajar a las 5 de la mañana me esperaba para llevarme a casa en la cafetería. Por ser mi primer día pensó que era mejor así, y a partir del segundo ya iría yo sólo. Me lo encontré en la cafetería charlando con Tammy (¿dije que era enfermera de la CM?) Qué relación más rarita...
De camino a casa me enseñó a echar gasolina en las macrogasolineras de aquí (20 surtidores) y me dio el itinerario hecho a máquina del camino de ida y el de vuelta, por separado, para ir de casa a la CM, y viceversa. Es un encanto.
Llegué a casa, me tomé un sandwich y me quede frito intentando estudiarme la colposacropexia (que aunque suene rollo está entretenido).
¿Quién me manda a mi meterme en estos líos?
Pero como me dijo mi madre: el mundo es de los valientes...
1 comentario:
Pues mira por dónde, sí que hay gente que te sigue leyendo... :)
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